Ana Pearson

Allá por el 2016, abro mi cuenta de Instagram y comienzo a compartir, muy tímidamente, algunos registros de mis aventuras en San Francisco, California, y otras ciudades que tuve la fortuna de conocer durante mi experiencia como Au Pair en Estados Unidos.

Dos años después, mis relatos de Instagram se habían vuelto menos tímidos y mis viajes, más imprudentes. Me calcé una mochila al hombro y, sin rumbos y sin miedos, me embarqué en un viaje a dedo que me fue llevando, de forma discreta, hacia un insospechado destino de arena, sal y pañales de tela.

En mayo del 2019, instalada entre lagunas y volcanes en el místico San Pedro de Atacama, un oasis en medio del desierto más árido del mundo, nace mi hijo Jacinto. El puerperio me rompe entera y yo me dejo romper. Y entonces, lo que durante tres años había logrado ser una suerte de diario de viajes virtual asombrosamente constante, se vio brutalmente reemplazado por relatos y sentires de mi nueva cotidianidad como madre primeriza.

Algunos de mis seguidores de ese entonces, que con suerte alcanzaban las cuatro cifras, decidieron quedarse a ser testigos de este nuevo e intrigante capítulo de mi vida. La mayoría, sin embargo, nómadas de alma y con fobia al asentamiento, al ver que echaba raíces y me entregaba al inexorable sedentarismo de la maternidad, se fue sin mirar atrás. A mí no me importó, porque ya no escribía ni para ellos ni para nadie. 

De hecho, mi escritura ya no tenía un «para quién» o siquiera un «para qué»; era, en cambio, un impulso irrefrenable que me mantenía más o menos cuerda en medio del puerperio febril.

En septiembre de ese mismo año, regresé a Argentina, al pueblo que me vio crecer, con una guagua altiplánica en el fular y todas mis pertenencias embuchadas en mochilas y bolsas de consorcio. Ya por entonces fantaseaba con tener mi propio Blog, pero no sabía por dónde empezar y me abrumaba la sola idea de tener que lidiar con todas las vicisitudes tecnológicas de armar mi propia web. No importó, seguí escribiendo de forma desprolija, en diarios, en papelitos, en eternas páginas de Microsoft Word y, por supuesto, en Instagram. Mientras tanto, mis lectores, sin prisa pero sin pausa, seguían aumentando.

En el 2021 dicté un taller presencial de escritura creativa para niños. A los pocos meses de haber comenzado, decidí tomar ese taller y darle un formato digital que pudiera llegar a más familias. Así nace «El Club de los Miércoles», mi primer eBook, con más de treinta actividades de escritura creativa. Al año siguiente, me animo a largar a la venta un segundo eBook: «Este es un Libro para Hacer Dibujos», el cual llevaba varios meses escrito pero que mis propias inseguridades se habían ocupado de mantener escondido del mundo. Jamás me hubiese imaginado, en ese entonces, que aquel sería mi eBook más vendido y el responsable de mi autonomía económica, que habría volúmenes 2 y 3 y que sería auspiciado por Faber Castell.

A lo largo de todo el 2022, me dediqué de forma casi exclusiva a la escritura y venta de eBooks, sumando a mi catálogo «El Escribidero», «Había Una Vez Un» y «Este es un Libro para Vestir».

Hoy, en plena gestación de nuevos proyectos y habiendo publicado mi primer libro físico, me animo a dar este salto que llevo tanto tiempo reprimido en mis adentros, al habilitar este tan anhelado espacio para mi pobre escritura, que hace rato me viene mirando con reproche por mis formas negligentes y anticuadas. Aquí van a encontrar información y reflexiones de temas más que variados, pues mi mente es inquieta y salta sin aviso y sin piedad de un interés a otro, valiéndome la etiqueta imborrable de «aprendiz de todo y maestra de nada». Pero sin importar si estoy hablando de crianza, de alimentación  de economía o de vínculos, la responsabilidad y el compromiso a la hora de comunicar son y serán siempre mi prioridad.

Bienvenidos y que disfruten del viaje.

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